Apo y los Romsaithong

 

La familia Romsaithong es, sin duda, poderosa. Theerathorn ha sido considerado el empresario líder de Tailandia por muchos años; Nathanee, su esposa, es un mujer muy inteligente y meticulosa que lleva el cargo de varios de los negocios que pertenecen a la familia; Poomchai, el mayor de los dos hijos se graduó de la Facultad de Medicina con las mejores notas; Phakphum, el menor, estudió Periodismo y Comunicación en Masas. Ambos hijos, además de sus respectivas carreras, se involucraron desde jóvenes en las actividades comerciales familiares, siendo actualmente hombres de negocios sin abandonar sus propias aspiraciones.

Sin embargo, la “poderosa familia Romsaithong” se encontraba ahora apretujada en la entrada de la casa de su hijo menor, con muchas bolsas en las manos y sonrisas enormes después de algunos meses sin verse. Nathanee primero le dio un beso a Mile, después un abrazo, le dijo cuánto lo amaba y luego le dio un empujoncito para que se hiciera un lado y dejara de bloquear el acceso—. ¿En dónde está? —preguntó con la voz emocionada—. ¿Adentro?

Mile asintió y ayudó a su padre y hermano con todo lo que llevaban—. Vamos, vamos —los animó a entrar porque sentía que si no lo hacía su madre estallaría de las ansias ahí mismo.

Apo, de pie en la sala, sintió que las manos le sudaron y el corazón le tamborileó ansioso como pocas veces lo hizo en su vida. No recuerda ninguna otra ocasión en la que se sintió tan nervioso, ni siquiera al presentarse frente a miles de personas, en castings, o al firmar contratos con marcas de renombre. Intuyó que sí, conocer a la familia de Mile tendría alguna reacción en él, pero no esperó que tanto. Sabe que es un hombre genial que no tiene que temer a ninguna mala reacción porque la familia de su pareja ya ha dejado en claro que lo aprecian, pero de apreciarlo en pantalla o por palabras de terceras peronas, a conocerlo presencial hay una diferencia enorme. Eso era lo que no lo dejó dormir bien.

La mirada emocionada y expectante de una mujer bella, elegante y pequeña hizo que la suya se quedara estática. La columna vertebral se le tensó como una vara y si mal no recuerda es posible que hasta la respiración le fallara. Con una sonrisa tímida y nerviosa quiso saludarla, pero la mujer se le adelantó.

Nathanee llegó a Apo como se llega con un hijo. Le dio un abrazo, un beso en la mejilla y le frotó los brazos con suavidad. La voz de la mujer, dulce y amable, lo saludó sin despegarse mucho de él—. Po, ¡por fin te conozco! —y se rio como una chiquilla emocionada que esperó todo el año el regalo que tanto le pidió a Santa Claus.

—Amor —la voz de Mile la llamó a su espalda y sólo entonces Nathanee se fue a parar al lado de su esposo e hijo mayor.

Mile caminó hasta quedar al lado de Apo. Le sostuvo la mano frente a su familia y lo presentó—. Él es Nattawin, mi pareja.

—Hola —Apo saludó con reverencia—. Pueden llamarme “Po”. Es un placer conocerlos.

Sin duda la persona más emocionada en esa casa, en ese día, en esa semana, mes e incluso quizá en ese año, era la madre de Mile. Se escucharon aplausos de su parte—. Él es Theerathorn —un poco más serio, el aludido saludó con una sonrisa—. Y este es Poomchai —el mayor de los hermanos se acercó a saludar de forma más relajada. Aprovechó para darle un golpecito en el hombro a Mile.

Una hora más tarde Apo por fin pudo sentir cómo toda la tensión salió de su cuerpo. Se rio de sí cuando entendió que realmente sacrificó unas cuantas horas de sueño y varios años de vida por la incertidumbre. La familia lo trató como a un hijo más, incluso casi todos los regalos que llevaban eran para él y sólo algunos para Mile.

—¿No te sientes celoso? —bromeó Poomchai al verse los dos relegados del cuidado y los mimos de su madre.

—No se por cual de los dos debería ponerme más celoso —se rio.

Apo se quedó platicando un rato con Nathanee y Poomchai sobre las travesuras que hacía Mile de niño. Las risas se hicieron cada vez más ligeras y constantes, como si se conocieran de toda la vida. Mile y su padre terminaron en la terraza con una copa de vino tinto mientras se enfrascaban en una conversación que se fue poniendo más y más seria.

—Nunca quise ni pretendí meterme en la vida de mis hijos. Por el contrario, siempre deseé que tomaran sus propias decisiones y vivieran sin miedo, pero con valores fuertes, respeto y apoyo. Creciste como un niño deseado, amado y estoy orgulloso de ti y todo lo que has logrado, así que no quiero que nadie te hiera. Sin embargo, en nuestro país, esta sociedad…

—¿Te da miedo que me juzguen porque mi pareja es un hombre?

—Me da medo cualquier cosa que te pueda lastimar.

—Desde el primer momento en el que entendí que quería a Po no sólo como amigo…—se detuvo—. No. En realidad, desde que decidí que trabajaría en KinnPorsche ya estaba listo para recibir todo tipo de comentarios y miradas de personas que no comprenden que el amor no se puede elegir. Si pierdo amistades por amar a alguien entonces nunca fueron amigos; si alguien no me quiere a su lado porque piensa que soy inmoral o estoy enfermo, me estará haciendo un favor al alejarse; si estuve dispuesto a enfrentar cosas por un trabajo, estoy mil veces más dispuesto para estar con Nattawin.

Theerathorn tomó de su copa.

Mile miró la suya y la dejó en el barandal—. Pa…

—¿Sí?

—¿Me apoyas? —la voz le salió pequeña. Como cuando era un niño con ojos llorosos y cachetes gordos, sólo que ahora el niño lo pasaba en estatura y ya era todo un adulto.

Theerathorn volteó hacia la sala, donde su familia y Apo seguían disfrutando de la tarde. Apo sintió su mirada así que se la devolvió con entereza y seguridad. Miró de nuevo a su hijo, elevó mano para tocarle la cabeza en forma de caricia—. Siempre vas a tener mi apoyo, sin importar qué.

—Sí, lo sé, pero él… ¿Te agrada? —Mile, tan unido como siempre lo fue a su familia, sintió la imperiosa necesidad de tener su confirmación no sólo por “ser la pareja de su hijo”, sino porque Apo es un hombre maravilloso con el que desea y va a estar.

—Me agrada —se rio—. Es como un chiquillo que no deja de moverse y siempre está lleno de color… Creo que te hace muy bien —admitió—. Te relaja y permite disfrutar más. Creo que hacen un buen complemento, como tu madre y yo. Que sea un hombre no me importa, es lo de menos. Mientras lo ames, te ame y seas feliz, papá los apoyará desde atrás.

Al escuchar las palabras de su padre, se abalanzó a él para abrazarlo y agradecerle por todo, desde el darle vida, hasta por cosas tan insignificantes como no regañarlo cuando solía comerse siempre a escondidas la última rebanada de su pastel de cumpleaños. Le dio un beso en la mejilla y salió disparado a la sala para darle un asentimiento de cabeza a Apo.

El corazón de Apo volvió a tamborilear con fuerza cuando se puso de pie y se acercó a su suegro. Por alguna razón sintió como su fuera a robarse al pequeño hijo de la familia—. Hola —saludó de nuevo, con firmeza. Cuadró los hombros—. Señor, quiero a su hijo y si me lo permite, me gustaría tomarlo para el resto de mi vida.

Theeranthorn perdió la seriedad en el rostro y se rio un poco—. Lo haces sonar como si Mile fuera una señorita que voy a dar en matrimonio…

—Bueno…

—Vamos, siéntate conmigo. No hay necesidad de ser tan serios entre nosotros, al final, seremos familia.

Apo hizo lo que le dijo.

—Sé que quieres a mi hijo y él a ti. Ni mi esposa, ni mi hijo, ni yo tenemos algún problema con eso. Ambos son hombres responsables y sé que podrán sobrellevar cualquier obstáculo; mas, quiero que sepas que vamos a estar aquí. No hay necesidad de que stés nervioso.

—Gracias. Para ser honesto, lo estaba. Es la primera vez que estoy en estas circunstancias, tanto en una relación con un hombre, como en presentarme con los padres de mi pareja, así que no sabía qué hacer.

—Te entiendo. Yo estaba sudando y sentí que me iba a dar un infarto cuando conocí a los padres de Mae. En ese entonces no tenía el éxito de ahora y fue un poco duro. Recuerdo que terminé con retorcijones estomacales de los nervios. No quiero que te pase eso.

—Mn. Estoy bien —se palmeó el estómago plano.

—¿Y tu familia?, ¿qué piensan ellos de mi hijo y su relación?

—Aprecian que Mile me cuida. Papá ha dicho que me veo más libre desde que trabajo con él, pero, sobre nosotros dos como pareja de amantes, todavía no he sido muy claro.

—¿Piensas que se negarán? ¿Necesitas que hablemos con ellos?

—¡Oh, no, no! No es necesario —su puso nervioso. Si bien él ya estaba conociendo a la familia Romsaithong, aunque sólo llevaban tres meses de relación, realmente esperaba que pasara un poco más de tiempo antes de que presentar a Mile—. Y no, tampoco se negarán. Mi padre me quiere y apoya como usted a P’Mai. Además, sé que lo recibirán bien cuando llegue el momento. Es sólo que me gustaría esperar un poco más. Con la gira y los nuevos proyectos tenemos mucho trabajo y estamos a nada de cerrar el año. Si lo hacemos ahora será apresurado.

—Cierto. Es una suerte el que nos pudimos reunir hoy aquí en Bangkok antes de que nos vayamos.

Volvieron con los demás un poco más tarde, luego de burlarse un poco de que Mile estaba a nada de doblarse el cuello de tanto voltear a verlos. La familia se quedaría esa noche a dormir y partiría temprano por la mañana. Apo no quiso abusar de la confianza de sus suegros y terminó volviendo a casa. Mile y él se quedaron platicando adentro del automóvil por un buen rato de lo que hablaron con sus padres y cómo, aunque fue un encuentro fugaz que esperaban se diera más extenso en otro momento, también fue cálido ya agradable.

Las tensiones se esfumaron. Nathanee quedó contentísima y fue efusiva. Poomchai lo trató como a un amigo más y expuso los trapitos sucios y las travesuras de su hermano. Por último, Theerathorn no dudó en dejarle en claro una vez más que estaría ahí para los dos. La pequeña familia le trajo regalos, le dio besos y abrazos y le entregó a su hijo en charola plata para que lo tomara como su pareja.

En la habitación de los esposos, Theeranthorn preguntó—. ¿Y los nietos?

—Existe el vientre en alquiler… Además, todavía queda Chai.

—Bueno, tienes razón. Vamos a dormir.

Sí, fue una buena tarde para todos.